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AMAR LO QUE SE HACE


Al literato alemán Goethe, se atribuye un aforismo que ojala se cumpla en nuestro cotidiano vivir: "No es hacer lo que queremos, sino querer lo que hacemos, lo que nos da felicidad". Pide, pues, a Dios que te regale su energía y pon una chispa de su luz en todo lo que realizas.

Pon el corazón en cada gesto y cada mirada, llena de amor todos los espacios y todos los corazones. Ante todo sé bueno contigo mismo y podrás ser bueno con los demás y entender sus razones. Luther King decía que el en cielo hay fiesta cuando un barrendero cumple su oficio con amor. También hay fiesta cuando un carpintero pule la madera y un chofer, un obrero o una secretaria trabaja con amor.

No te quejes por ir a trabajar, da gracias por no tener que levantarte a buscar trabajo. Ama lo que haces. Aprende de esas personas humildes que irradian paz y son felices sin elevados conocimientos. No se enredan en complicadas teorías ni se pierden en los vericuetos de lo racional, solo viven para amar. Si les preguntas qué es conciencia no lo saben, y se quedan mudos si les pides definir el amor. Se sienten desamparados en el espacio de las verdades, pero son dueños de la mayor verdad. La única convincente y valiosa: vivir en el Espíritu y vibrar en el amor.

¿Hace falta algo más? Uno cambiaría todo lo que hay en los libros por la paz interior de ciertos campesinos analfabetos. Nada los perturba. Ellos con su vida simple y elemental nos recuerdan dónde está lo esencial, lo que sí vale. Algo difícil de vivenciar si te dejas atrapar en el mundo de lo aparente y lo superficial, en lugar de amarte y amar lo que haces.

Alinéate con los que aman y construyen, los que animan y sirven, los que son faros de luz. No les hagas eco a los que solo ven lo malo, juzgan, critican y aumentan el mal en lugar de sofocarlo. Los contrastes son necesarios y las pruebas también, aunque tú creas que imperan el caos y la maldad. Confía en ti y pon amor en cada acción.

La luz siempre le ha ganado la batalla a las tinieblas, y el amor es la fuerza más poderosa del universo.

Cuando haces alquimia en tu interior tu entorno se ilumina y sientes con euforia que las personas son mejores. En realidad siguen siendo iguales y es tu mirada amorosa la que te las muestra diferentes. No te abrasas con el juicio porque comprendes, admiras en lugar de envidiar y miras con amor, no con odio o desdén. Cambias tú y cambia la realidad porque ves todo y a todos con ojos compasivos, con los ojos del amor.

Arrancas las semillas de la intolerancia y eliges aceptar a cada persona en su proceso. Entiendes que cada ser hace lo mejor que puede con base en el grado de conciencia que ha alcanzado.

Te amas, confías en ti, dejas de pelear contigo mismo y por lo mismo, te es imposible pelear con otros. Estás en paz y la irradias. Ves belleza donde antes no la percibías y asumes todo con un alma serena, en suma, te has reconciliado con la vida.

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