NOS RECOMIENDAN QUE PRACTIQUEMOS EL IMPORTACULISMO
Algo que todos practicamos y que nadie sabía como se
llamaba.
Los
hombres maduros de ahora hemos llegado a una edad maravillosa en la que
emprendemos el camino del desaprendizaje.
Fuimos criados con la creencia de que debíamos
ser los mejores en todo:
mejores estudiantes, mejores esposos, mejores
profesionales, mejores padres, etc.
Fuimos educados con la creencia
de que TODO es pecado.
Ha
llegado la hora del desaprendizaje o lo que mi hija llama graciosamente el
importaculismo. ("Todo me importa un culo").
Ha llegado la hora de decir NO
en muchas ocasiones, de mandar al carajo los compromisos y las
obligaciones. Pasó la hora de las responsabilidades desvelantes.
Ahora
nos gusta estar solos, disfrutar buenas conversaciones con
gente que no nos insulta y que cree lo
mismo que nosotros o que no le
importa que opinemos diferente.
Es la hora de hablar de todo sin necesidad de
sostenerlo como medio de defensa. Es hora de ver películas, de estar en una finca durante la semana, de leer, de escuchar, de
sonreír y de burlarse de la mayoría de los mortales que viven pendientes de las
pendejadas.
Nosotros
demostramos que las responsabilidades fueron bien atendidas por nosotros, que
hicimos las cosas lo mejor posible, que dejamos huellas, que somos buenas personas.
Lo que nos queda de vida es para
nosotros, para disfrutar, para cumplir el mandamiento divino de amarnos a
nosotros mismos. Por eso vamos a hacer lo que nos da la gana. Viajar al máximo,
tomando café con amigos y amigas,
conversando con todo el que nos
encontremos.
Ya pasó la época de los roles.
Lo que fuimos, fuimos, ahora somos para nosotros mismos
sin tener que rendir cuentas a nadie. Los demás seguirán su camino
de responsabilidades y de afanes, de preocupaciones y nerviosismos.
Nosotros ahora estamos por
encima del bien y del mal. Vamos a museos, asistimos a conferencias
y si no nos gusta nos
salimos sin que nos importe, redescubrimos al Quijote y a Jorge Isaac.
Ahora asistimos con mayor frecuencia a entierros y nos damos cuenta de que se aproxima
el nuestro, pero estamos preparados, pues al fin y al cabo vivir es
mortal.
Dios es para nosotros una
profunda experiencia interior, lejos de mitos, ritos, limosnas y pecados sin
fin. Es la hora de empezar a relajarnos y de conversar largas horas con Dios,
que es el único que permanece siempre, ahora y después de que abandonemos la
nave del cuerpo.
Nos rodean pocos seres a quienes amamos profundamente y que seguirán viviendo
sus propias experiencias, estemos nosotros o no. Mandaremos para donde
sabemos a la gente que nos
molesta, la tóxica. Quienes nos buscan sin egoísmos van a encontrar
una sonrisa, una mirada tierna y comprensiva, un consejo acertado o no, afecto.
Somos
ahora sí libres de ataduras, de prejuicios, de creencias.
Somos
libres si no le tememos ni a la vida ni a la muerte.
ES HORA DE DESAPRENDER
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