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PAPA FRANCISCO POR FAVOR SIGAN REZANDO POR MÍ



No nos limitemos a decir que somos cristianos. Debemos vivir la fe, no sólo con las palabras, sino también con obras.
Está para concluir el Año de la fe. Señor, ayúdanos en este tiempo de gracia a tomar en serio el Evangelio.
Señor, que, ante tanta violencia en Irak, perseveremos en la oración y en la generosidad.
Muchos de ustedes, queridos jóvenes, han llegado ya a Río y otros muchos están llegando en estas horas. Nos vemos allí dentro de tres días.
Queremos que en nuestra sociedad, desgarrada por divisiones y conflictos, estalle la paz.
La cruz es el precio del amor verdadero. Señor, danos fuerza para aceptar nuestra cruz y cargar con ella.
Nuestro gozo más profundo viene de Cristo: estar con Él, caminar con Él, ser sus discípulos.
Muchas gracias a todos los misioneros, hombres y mujeres que trabajan tanto y sin hacer ruido por el Señor y por los hermanos.
La Iglesia es misionera por naturaleza: existe para que todo hombre y mujer puedan encontrarse con Jesús.
Gracias por todas las expresiones de afecto recibidas en este primer aniversario. Por favor, sigan rezando por mí.
Jesús, ayúdanos a amar a Dios como Padre y a nuestro prójimo como a un hermano.
No hay en nuestra vida cruz, pequeña o grande, que el Señor no comparta con nosotros. 
El Señor nos habla mediante la Sagrada Escritura, en la oración. Aprendamos a permanecer en silencio ante Él, a meditar el Evangelio.
Jóvenes, no lo olvidemos nunca: la Virgen María es nuestra Madre y, contando con su ayuda, podemos permanecer fieles a Jesucristo.
Pido a todos los hombres de buena voluntad que se unan a mis oraciones por los cristianos iraquíes y por todas las comunidades perseguidas.
En el Evangelio podemos escuchar cada día a Jesús que nos habla: llevemos siempre con nosotros un pequeño Evangelio.
Ser cristiano implica renunciar a nosotros mismos, tomar la cruz y llevarla con Jesús. No hay otro camino.
Leamos el Evangelio, un poco todos los días. Así aprenderemos a vivir lo esencial: el amor y la misericordia.
Con su venida entre nosotros, Jesús es cercano, nos ha tocado y, a través de los sacramentos, también hoy nos toca.
Jesús comprende nuestras debilidades, nuestros pecados, y si nos dejamos perdonar Él nos perdona.
Agradezco de corazón a los que han colaborado para que todo saliera bien en la JMJ y saludo a todos los que en ella han participado.
El cristiano está siempre lleno de esperanza; nunca puede dejarse llevar por el desánimo.
Jesus Menino revela a ternura do amor imenso com que Deus envolve cada um de nós.
Que el deporte sea siempre instrumento de intercambio y superación y nunca de violencia y odio. 

Pidamos a María que nos ayude a tener fija la mirada en Jesús, a seguirlo siempre, aunque sea exigente.

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